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[av_heading heading=’Discurso Katherine Motyka- Invitada de Honor PBCSG 2015′ tag=’h3′ style=» size=» subheading_active=» subheading_size=’15’ padding=’10’ color=» custom_font=»][/av_heading]
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En 2008 estudiaba en un pequeño colegio llamado Lope de Vega. La educación no era muy buena, los profesores no asistían todo el tiempo. Ya me encontraba en cuarto de bachiller y tenía que resolver cómo estudiaría en INTEC. No sabía qué carrera tomar, me imaginaba que sería ingeniera porque era buena en Matemáticas.
Una semana antes de acabar el bachillerato, había ido a INTEC a investigar todo el proceso de inscripción que iniciaba en agosto. Allí me enteré que ofrecían una beca llamada PIES, para estudiantes sobresalientes, y decidí aplicar.
Era un viernes lluvioso el día que tomé el examen en INTEC. Para muchos habría resultado fácil; para mí, con una base floja en matemáticas, fue todo un reto. La mayoría de soluciones las encontré por lógica, no por mis conocimientos.
Una semana después me avisaron que no había sido seleccionada. Mis calificaciones no llegaron a ser de las más altas. Me aceptaban en la universidad, pero solo me cubrían la inscripción. Ahora mi mayor problema era buscar la forma de pagar el resto. Mi mamá, profesora, tenía problemas pagando el alquiler de la casa.
Como no tenía ni computadora ni internet en casa, subí al laboratorio de computadoras de INTEC e investigué sobre becas posibles. Encontré dos: una del Ministerio de la Juventud que sería otorgada a finales de julio y otra de Brugal que sería otorgada en noviembre.
Necesitaba entrar en Agosto en INTEC. Apliqué inicialmente a la beca del Ministerio de la Juventud, pero al llevar los papeles me enteré que al 90% de los que aplicaban no se la daban. El joven que me recibió comentó en forma de gracia que la única forma de obtener la beca era hablando con el Ministro.
Esperé un mes completo, de 7 de la mañana a 8 de la noche. La primera semana pude esperar adentro, las restantes me sacaron del edificio y tuve que esperar afuera. No importó el calor, la oscuridad o la lluvia. Ahí estaba yo, esperando. Apenas cuatro días antes de que comenzaran las clases, por fin apareció el ministro.
Recuerdo que todos miraban con asombro mientras me acercaba. Estaba muy nerviosa, sentía que todo mi futuro dependía de ese momento. A la semana me llamaron para decirme que tenía la beca, pero al finalizar el trimestre me contactaron de tesorería. Por falta de presupuesto, no podrían seguir pagando mis estudios.
Semanas atrás mi madre había sido cancelada de su trabajo. A penas teníamos para el pasaje y las deudas. Ni en un millón de años podría optar por un préstamo en FUNDAPEC. Pero, como dice el dicho, Dios aprieta pero no ahorca. Una semana antes de empezar el próximo trimestre me contactan para una entrevista de la Fundación Brugal.
No sé lo que dije, pero los convencí. Ese día lloré mucho, lloré de la felicidad, al fin alguien había creído en mí. La beca no solo me resolvía el problema de la Universidad, también aseguraba el pasaje diario y hasta la comida, que muchas veces faltó en mi casa.
Esto significaba tanto para mí, que mis estudios fueron siempre mi prioridad. Durante mi carrera, tuve que trabajar medio tiempo para sustentar mi casa, comprar una computadora y pagar el Internet. En el poco tiempo que me quedaba libre, me puse en clases de inglés.
No voy a negar que fue muy duro. Durante 3 años no pude librarme de una gran cara de cansancio. Pero esto no impidió que me graduara sin retirar una materia, Summa Cum Laude con el promedio más alto de mi promoción: 3,82 de 4,0.
Un mes antes de terminar la carrera, por mis notas, un profesor me postuló para una beca de una maestría en Ciencias de los Materiales en la universidad de Jonkoping, Suecia. Fui elegida, y un día después de terminar la carrera en INTEC, tomé el avión a Suecia.
Era la primera vez que viajaba. ¡Qué emoción! Una vez que completé el máster, sentí que había cambiado, que no era la misma persona que fue a Suecia. Por eso, en cuanto volví, decidí crear hacer algo para ayudar a los jóvenes dominicanos que podrían estar pasando por lo mismo que yo pasé.
Una semana después de haber comenzado a trabajar en Mercasid, inicié una página Web que ayudaba a recaudar dinero online a las fundaciones dominicanas. Ese proyecto, en 2013, fue elegido para ser presentado en el Global Entrepreneurship Summit, celebrado en Malasia.
Allí pude conocer cómo muchas personas en todo el mundo trabajaban para resolver los problemas más grandes de la humanidad. Con esa inspiración y la ayuda de un grupo de amigos, iniciamos un proyecto para construir casas con botellas de plástico recicladas.
Construimos cinco casas y eso llamó la atención de la Fundación Clinton Global Initiative, quien me invitó para recibir un premio en la Universidad de Arizona en marzo de 2014. En enero de ese mismo año, había aplicado a la Universidad de la NASA: Singularity University.
En esta universidad, fundada en la NASA por Google y Nokia, elegían cada año, entre 4 mil aplicaciones, a 80 estudiantes de todo el mundo y yo era una de ellos. Podrán imaginarse que todavía hoy no me lo creo. En Junio 2014, con el apoyo de la MESCYT, y el Ministerio de la Juventud, tomaba el avión que me llevaría a la universidad de la NASA.
La Singularity University, te prepara para un Máster en Tecnología Exponencial: Robótica, Inteligencia Artificial, Nanotecnología, Biotecnología, Sistemas de Información, Neuro-ciencia, y Ciencia Física Espacial en tres meses. Los estudiantes toman clases intensas diarias para cumplir con el programa.
En la NASA, al final del programa, debimos desarrollar un proyecto que impacte la vida de 1 billón de personas. Desarrollé un proyecto que consiste en una aplicación móvil, que al gritar auxilio dos veces o al caerse la persona, el giroscopio del celular siente el cambio y envía un mensaje de urgencia con la ubicación de la persona a los familiares, al 911 y a las personas que posean la aplicación y que estén cerca. De todos los proyectos presentados (22), el mío fue elegido para realizar en Chile un piloto durante el mes de Octubre con todo pago.
Para todas estas oportunidades que he tenido, se requería estar graduada de una carrera. Si el Fondo Brugal para la Educación no me hubiera pagado la carrera, no quiero ni imaginarme dónde estaría en este momento. Este tipo de oportunidades pueden cambiar la vida de una persona para siempre.
De no haber sido por Brugal, hoy no fuera la tercera dominicana graduada de la NASA en Tecnología Exponencial. De no haber sido por esa oportunidad, hoy me seguiría llamando como me llamo, pero con toda seguridad no sería quién soy.
Nunca olvidaré cómo eso cambió mi vida.
Muchas Gracias.
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